Más privacidad para los ricos en los aviones.
 
Las aerolíneas están haciendo lo posible por complacerlos.

En los vuelos de San Francisco a Hong Kong, los pasajeros de primera clase disfrutan de refinadas ensaladas que combinan distintas verduras y cangrejo real o lomo de res y se pueden estirar en asientos amplísimos que se convierten en camas. Antes de acostarse se les sirve un champagne de marca.

 

Lo que más desean estos pasajeros, no obstante, no tiene nada que ver con la comida, los asientos o la bebida: su mayor deseo es estar lo más distanciados posible del resto de los pasajeros. Y las aerolíneas están haciendo lo posible por complacerlos.

La idea es ofrecer una experiencia exclusiva, completamente separada de la de las masas que viajan en clase económica. Es una de las áreas en las que la brecha entre el 1% más rico y el resto ha aumentado.

 

Muchos viajeros ricos que toman vuelos internacionales pagando 15.000 dólares por pasaje se embarcan en salones separados y son llevados a los aviones en autos de lujo. Otros pueden gozar de los mismos privilegios usando al menos 200.000 kilómetros (125.000 millas) de sus programas de viajeros frecuentes. 

Cuando la Emirates Airlines abrió una nueva terminal en Dubai el año pasado, se aseguró de que los pasajeros de la clase económica no se mezclasen jamás con los viajeros de primera clase o clase ejecutiva. El piso de arriba del edificio está reservado a los pasajeros de las clases superiores, que abordan directamente el segundo piso de los Airbus A380 de la aerolínea. Los pasajeros de clase económica abordan el avión un piso más abajo y se acomodan en el primer piso del aparato, sin entrar en contacto nunca con los de las otras clases. El mismo trato se repite durante el desembarco.

 

En el aeropuerto Heathrow de Londres todo pasajero de primera o de clase ejecutiva que pague 2.500 dólares extra tiene acceso a lo que supo ser una zona restringida, de uso exclusivo de la familia real británica. 

“La primera clase ha pasado a ser una experiencia en la que el viajero siente casi que está en un jet privado”, comentó Henry Harteveldt, analista de la industria aeronáutica con Hudson Crossing. “

“Las aerolíneas hacen todo lo que pueden por complacerlos, con excepción de cantarles canciones de cuna”.

El frente del avión siempre ha sido más cómodo que la parte de atrás. Pero en los últimos tiempos las aerolíneas se han esforzado por aumentar las ventajas de que gozan los viajeros más ricos, incrementando su nivel de privacidad.

Hay mucho dinero en juego. En algunas aerolíneas grandes, como American Airlines, el 70% de sus ingresos lo genera el 20% de sus clientes. 

El trato especial comienza con el mismo trámite de embarque. American y United Airlines tienen salones privados en sus terminales de Nueva York, Chicago y otras ciudades en los que los elegidos se pueden embarcar sin pasar por la zona común de embarque. Usan puertas especiales que los dejan siempre al frente de las colas de personas que suben al avión.

Algunas aerolíneas van más allá todavía.

Lufthansa tiene una terminal separada para los pasajeros de primera clase en Francfort. Cuenta con un restaurante, un salón para fumar puros y agentes del servicio de inmigración. Quien lo desee puede darse una ducha o incluso un baño de inmersión en esas áreas. Llegado el momento de embarcarse, los pasajeros son transportados al avión en un Mercedes-Benz S-Class o en un Porsche Cayenne. 

Los pasajeros de primera clase de Emirates que vuelan en el A380 pueden hasta darse una ducha en pleno vuelo. 

“Se ofrece un trato exclusivo que infla el ego de personas que están en condiciones de gastar mucho dinero en un vuelo”, expresó Tim Winship, editor del portal FrequentFlier.com, que ofrece consejos a los viajeros. 

En las suites privadas del Heathrow, que admiten hasta seis personas, el viajero hace los trámites de inmigración y revisión de seguridad en privado. Mientras esperan, se les sirven hors d’oeuvres y champagne. De solicitarlo, pueden encargar bistecs, sushi y otros platos de los restaurantes del aeropuerto. Llegada la hora de abordar, son trasladados al avión en un sedán de la serie BMW7 y acompañados hasta sus asientos.

En Estados Unidos está empezando a popularizarse ese servicio y cuando un pasajero tiene una conexión ajustada tanto United como Delta Air Lines lo traslada de una terminal a otra en autos de lujo. 

Las aerolíneas tratan de satisfacer a como dé lugar al pasajero de primera, que puede abordar primero o último, según su preferencia, sin hacer colas. Incluso se les reserva espacio en los compartimientos para maletas. 

Todos estos servicios se añaden a otros ya más tradicionales, como mejores comidas, a veces preparadas en el mismo avión, y asientos más amplios.

Estos lujos se entienden si uno observa las diferencias en los precios de los pasajes. En julio del año pasado, un vuelo entre Nueva York y Hong Kong en Cathay Pacific costaba 1.600 dólares en clase económica, 7.600 en ejecutiva y 19.000 en primera.

El aroma de la comida que preparan para los pasajeros de primera a veces llega a la parte trasera del avión.

“Uno sabe que hay algo bueno del otro lado de la cortina y que no va a recibir nada ni remotamente parecido”, expresó el analista Harteveldt. “Cuando viajas en clase económica, te recuerdan a cada momento que no eres un viajero importante”.

Fuente: yucatan.com.mx / Scott Mayerowitz

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